Carros de fuego: a 100 años de los Juegos de París 1924.

 

HB Deportes

 

Por: Héctor Briseño.

 

 

Acapulco, Gro., (28/jul/2024). 

 

En algunos momentos, en algunos solamente, la ceremonia inaugural de los juegos de París 2024 fue una especie de show de jueves pozolero, pero con mucho “glamour”, así gusta a ciertos sectores en la actualidad, le llaman diversidad, le llaman inclusión, ahora hasta arte, depende cómo se represente y en ello todas las posturas son respetables. Los tiempos han cambiado, qué decir de la patria de la libertad, cuna de la democracia, de los derechos humanos, aunque casualmente no enfocaron su arte y “sarcasmo” hacia otros horizontes o religiones, ahí el punto.

Por cierto, el país sede de los Juegos también fue escenario del llamado “reinado del terror”. No existe el día sin la noche, lo sublime sin lo burlesco, el blanco sin lo negro, todo en una mezcla infinita de colores.

La escena en cuestión de la ceremonia de apertura, la más criticada, se parece mucho a las figuras representadas en el frontón este del Partenón, en Atenas, con todo lo que ello significa para la mitología griega, observo más simbolismos trastocados relacionados con la Olimpiada y a quienes era dedicada en el pasado, y cuyos orígenes por cierto son totalmente paganos.

Como creyente, de entrada, no se deben sobredimensionar este tipo de eventos ni dar más importancia de la debida, centrados en la actualidad en el excesivo negocio, contratos comerciales y la participación de atletas profesionales, entre otros puntos.

Además, salvo algunas disciplinas, se perdió la esencia y el encanto que dieron origen a este encuentro deportivo en la llamada era moderna, a partir de 1896.

Cada quien asume y percibe los eventos que se suscitan según su cosmovisión.

Para ejemplo, lo ocurrido en los Juegos de París de 1924, hace 100 años justamente, que refleja la emblemática película Carros de fuego (1981, Hugh Hudson), donde el corredor británico Eric Liddell, cristiano protestante de origen escocés, decide no competir por respeto a su fe, en la que es su prueba fuerte, los 100 metros planos, pues estaba programada en domingo.

Pero después dio la sorpresa al ganar el oro en la prueba de los 400 metros.

“Mi arrogancia llega tan lejos como lo exige mi conciencia”, responde Eric Liddell cuando un directivo intenta convencerlo de competir, al cuestionarlo: “¿Hasta ahí llega su arrogancia?”.

Muchos de esos principios y valores se han perdido, aunque resurgen debido a la cantidad innumerable de historias de esfuerzo personal que convergen cada cuatro años en esta cita deportiva, y que hacen que la esperanza en una mejor humanidad prevalezca.

 

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